Para compartir y pensar...
El pasado sábado 16 de enero en Radio Emprende, en el programa de La Rueda
del Hámster, Assumpció Salat intervino: es una oportunidad de poder
compartir interesantes reflexiones...
Las Decisiones
Tomar decisiones es algo que hacemos durante toda nuestra vida. Ahora bien
no somos siempre conscientes de las decisiones que tomamos. Muchas veces es
nuestra mente inconsciente la que toma o ha tomado decisiones en nuestras
vidas.
Decidir en definitiva supone elegir, posicionarse ante varias opciones que
nos propone la vida o el entorno en el que nos encontramos.
Lo que nosotros podemos tener claro es que los resultados o las vivencias
que se manifiestan en nuestras vidas son una consecuencia de estas
decisiones, muchas de ellas inconscientes.
Así por ejemplo el hecho de haber nacido en un país determinado o con un
determinado sexo bien podría ser un ejemplo de unas decisiones tomadas de
forma inconsciente, pero tomadas por algún archivo mental muy profundo e
inconsciente en nuestro interior.
Muchos han sido los psicólogos que nos han hablado de la presencia y del
gran poder de nuestra mente inconsciente, aquella que representa en
nosotros más de un 90% del total de nuestro campo mental. La psicología y
la ciencia tienen mucho por descubrir y verificar sobre el campo mental.
Unas frases para pensar.
S. Covey. “ Soy producto de mis decisiones no de las circunstancias”
Theodore Roosevelt. “ Lo mejor que podemos hacer es tomar la
decisión correcta, lo que sigue es tomar la decisión incorrecta y lo peor
que podemos hacer es no decidir”.
Hay dos maneras de tomar decisiones a nivel práctico:
- La del análisis, en este
caso nuestra mente consciente se sitúa en esos estados polares de
analizar los “pros” y los “contras”.
- La decisión tomada desde la
intuición. Esta se produce cuando la mente entra en estados de
relajación y deja de analizar.
Yo aconsejaría una combinación de los dos métodos.
Sabremos que estamos tomando en nuestras vidas las decisiones correctas en
función de los resultados que somos capaces de obtener. Aquí podríamos
hablar de los cuatro indicadores externos que nos permiten poder evaluar la
calidad o el acierto en nuestras decisiones. Si estos indicadores fallan,
el diagnóstico es claro, podemos y hemos de mejorar en las decisiones que
tomamos.
Recordemos los indicadores:
- Motivación, entusiasmo,
ganas de vivir.
- Salud, energía, vitalidad.
- Relaciones humanas
armoniosas.
- Adaptación a los cambios
que se presentan en nuestras vidas.
- Recursos económicos
satisfactorios.
Las principales barreras que existen en
nosotros a la hora de tomar decisiones son básicamente nuestros miedos,
nuestra falta de voluntad, un aspecto que hay que entrenar. Ahora bien para
entrenar la voluntad hace falta también motivación, motivación para
aprender, para seguir adelante con nuestras vidas a pesar de lo que ocurra
o acontezca en ellas. Esta voluntad, esta motivación por vivir a pesar de
las dificultades nace siempre del sentido y comprensión que tengamos de la
vida. En definitiva del desarrollo de nuestra sabiduría.
Los miedos y la falta de comprensión provoca muchas veces nuestra
indecisión o nuestras equivocaciones a la hora de elegir, necesitamos por
tanto superar los miedos y decidir aunque nos equivoquemos. La vida
favorece a los que toman decisiones aunque a veces se equivoquen.
Una bonita historia:
Había una vez dos semillas que estaban juntas en un fértil suelo, una de
ellas dijo:
“Yo quiero crecer, quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo
que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra
que me cubre. Quiero desplegar mis tiernos brotes, sentir el calor del sol
sobre mi rostro, y el rocío de la mañana sobre mis pétalos.”
Y así creció; fuerte, sana, flexible y agradecida.
La otra semilla dijo:
“Tengo miedo. Si hago que mis raíces se hundan en el suelo no sé con qué
puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo
puedo dañar mis delicados brotes. Si dejo que mis capullos se abran, quizás
un caracol intente comérselos. Si abriera mis flores tal vez algún
chiquillo las arrancaría. ¿No es mucho mejor esperar hasta un momento mucho
más seguro, quizá será mucho más fácil el año que viene?”
Y así esperó muchos días, cuando de repente un día llegó la primavera. Por
los alrededores había una gallina que escarbaba en el suelo en busca de
comida y encontró la semilla que esperaba, y sin pérdida de tiempo se la
comió.
Assumpció Salat.
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